Ante el presente contexto de crisis sanitaria generada por la pandemia del COVID–19 se resalta la conexión directa de causalidad con la crisis medioambiental en la que estamos inmersos y el paralelismo en los retos que conllevan a afrontarla.
A pesar de que la comunidad científica durante décadas ha alertado sobre los potenciales impactos de la actividad humana en la naturaleza y en la salud pública, el modelo de desarrollo global continúa con una tendencia de crecimiento exponencial e insostenible, provocando una sistemática pérdida de biodiversidad y elevando peligrosamente la temperatura global. Esto, por su parte, guarda especial relación con la proliferación de nuevas enfermedades víricas de origen zoonótico. De hecho, se han identificado y documentado numerosos casos precedentes cuyo contagio al ser humano se han debido principalmente a los desequilibrios en los ecosistemas provocados por perturbaciones de procedencia fundamentalmente antrópica[1].
Otro ejemplo de dicho nexo radica en las secuelas ocasionadas por la contaminación ambiental en la salud, haciendo a la población especialmente vulnerable a enfermedades que afectan al sistema respiratorio, como es el caso del COVID-19. La OMS estima que la contaminación del aire es causante de unos 7 millones de muertes prematuras al año en todo el mundo, el 47% de las cuales son debidas a problemas respiratorios2.
Paradójicamente, uno de los efectos colaterales que está teniendo esta crisis sanitaria causada por el COVID-19 es la reducción de los niveles de contaminación. Desde que se inició el encierro domiciliario, la contaminación por dióxido de nitrógeno (NO2), el principal contaminante relacionado con el tráfico urbano ha bajado de media un 73% en Madrid y un 64% de media en las principales ciudades de España3. Las emisiones globales de gases de efecto invernadero han sufrido un frenazo a medida que se iban paralizando la producción, el consumo, el transporte, el tráfico aéreo, el comercio o el ritmo urbano, lo que constituye una prueba más de la incompatibilidad entre nuestro modo de vida y el entorno en el que este se inserta y del que depende.
Esta situación ambiental no es nueva, sino que suele ser un patrón en todas las recesiones económicas. Sin embargo, la experiencia de otras recesiones como la de 2008 nos dice que este frenazo temporal va seguido de aumentos atípicos causados por las políticas de estímulo de una economía que de base es insostenible, donde las medidas de protección ambiental suelen sufrir importantes retrocesos4. Ya desde el año 1972 cuando el Club de Roma publicó el informe Los límites del crecimiento basado en análisis informáticos de las curvas de crecimiento, estamos prevenidos de que «en un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) no son sostenibles». Por su parte, el IPCC más recientemente ha alertado que los próximos diez años son la última oportunidad para evitar un daño irreversible al planeta5.
Por otro lado, consideramos que la protección del medio amiente y el abordaje de la crisis climática debe enmarcarse en el replanteamiento de los paradigmas de acción política y de los análisis de la realidad. Las problemáticas medioambientales deben afrontarse desde una perspectiva más amplia que ponga en el centro de nuestras estrategias la vida y su reproducción, que entienda la sociedad como interdependiente y a las personas como seres vulnerables que necesitan de la protección social y comunitaria para subsistir. Para la supervivencia del ser humano y el desarrollo de vidas dignas para toda la ciudadanía es imprescindible el cuidado y la recuperación del planeta, pero también la protección y defensa de los cuidados como motor fundamental de la reproducción social. El ecologismo como propuesta para la mejora de la sociedad solo es congruente si se aborda desde postulados que avancen los derechos sociales, la defensa de lo público, el reconocimiento de los cuidados y la justicia social y climática. Durante la crisis del COVID19 las labores de cuidados, ampliamente feminizadas en numerosos sectores, se han visibilizado simultáneamente como imprescindibles y precarizadas, es imprescindible para generar cambios en el modelo de producción el replanteamiento de las tareas imprescindibles para el sostenimiento de la vida.
La rapidez y dureza de las medidas adoptadas por muchos gobiernos para frenar la expansión del COVID-19 ha evidenciado la capacidad existente para reaccionar eficazmente ante emergencias. Estas medidas, a pesar de suponer importantes sacrificios, se han tomado pensando en el largo plazo y con el objetivo de proteger un bien común como es la salud pública. Creemos que la recuperación de la economía actual no puede hacerse a costa del futuro de las personas jóvenes, y dado que la situación climática es y seguirá siendo una emergencia de tanta o mayor envergadura que la económica, creemos que este compromiso es el camino para seguir también en materia medioambiental.
Estos cambios en el modelo productivo y de transportes se tienen que implementar teniendo en mente el concepto de Transición Energética Justa, es decir, manteniendo los niveles de protección social, empleo derechos laborales y en el diálogo social.
Es por ello por lo que desde el Consejo de la Juventud de la Comunidad de Madrid alertamos de que la crisis mundial del COVID-19 supone una llamada de atención hacia nuestros modelos de crecimiento ilimitados y el reparto desigual de recursos establecido que ponen en riesgo tanto a la biodiversidad de nuestro planeta como al sostenimiento de la propia vida. Las personas jóvenes tenemos la necesidad de corregir el sistema actual y reconstruir una sociedad en la que la salud pública y, por ende, la sostenibilidad ambiental, sea el centro de acción y protección prioritario. Pedimos a la Comunidad de Madrid las siguientes medidas:
- Sensibilizar a la población de la Comunidad de Madrid acerca del conocimiento y cuidado del medioambiente, así como de sus nexos con la salud durante el periodo de emergencia sanitaria establecido.
- Favorecer la formación continua a la juventud de la Comunidad de Madrid en materia medioambiental, entendiendo que no son solo las situaciones de alerta inmediata sino la alerta permanente del cambio climático las que requieren de medidas.
- Que, cuando se empiecen a relajar las restricciones vigentes por el estado de alarma, se tengan en cuenta criterios medioambientales para tratar de conservar en lo posible las mejoras producidas a nivel de emisiones durante este periodo. En ese sentido, y también en relación con la lucha contra el virus, proponemos que se adopten las siguientes medidas en materia de transporte público:
- Reforzar las frecuencias para evitar las aglomeraciones que pueden provocar un nuevo repunte de los contagios, y mantener posteriormente también frecuencias elevadas.
- Implementar el transporte público entre puntos periféricos para evitar la densificación innecesaria en el centro y dar alternativas de transporte sostenible a la población de la periferia.
- En el mismo sentido, pedimos a la Comunidad de Madrid que se posicione a favor de una política de reducción de las emisiones asociadas al transporte aéreo.
- Promover y reforzar los modelos de producción y de comercio de proximidad, teniendo también en cuenta la difícil situación económica que muchos de estos van a enfrentar, y tomando medidas para protegerlos.
- Que en las medidas para la reactivación de la economía se tengan especial y prioritariamente en cuenta el cumplimiento de los compromisos ambientales a la hora de orientar los recursos disponibles hacia sectores verdes, especialmente el de las energías renovables.
- El desarrollo de políticas medioambientales para reformar el modelo productivo que tengan como base los principios de suficiencia, interdependencia, decrecimiento, salud y justicia climática.
- El planteamiento de nuevas políticas, sociales y económicas que tengan como punto central la vida y las perspectivas socio comunitarias que favorezcan la redistribución de la riqueza y palien las consecuencias que pueden tener entre los sectores más vulnerables de la ciudadanía el decrecimiento imprescindible para abordar la crisis ecológica.
- El apoyo y la puesta en marcha de políticas públicas para visibilizar y revalorizar los trabajos de cuidados. Entre otras, el apoyo al personal sanitario, al personal que realizan labores de higiene, al personal que desarrollan trabajos de cuidados tanto en residencias de mayores como en domicilios, y al sector de la agricultura, imprescindible para los avances necesarios en el campo de la soberanía alimentaria.
Por otro lado, aunque no en la misma medida, el cuidado de nuestra casa común es tarea de toda la población. Es por ello por lo que creemos importante que se llame a la responsabilidad de la ciudadanía en cuanto a las siguientes cuestiones:
- Cumplir las recomendaciones destinadas al manejo domiciliario de los residuos en hogares con positivos o en cuarentena por COVID-19, así como al manejo domiciliario de los residuos en hogares sin positivos o en cuarentena, tal como se especifica en el ANEXO de la Orden SND/271/2020, de 19 de marzo, por la que se establecen instrucciones sobre gestión de residuos en la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19.
- Velar por un consumo responsable en el ámbito del hogar durante esta cuarentena, en la que pueden verse incrementados a causa del confinamiento.
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